Bueno, basta de suspense, basta de ser mala y comeros el coco.
Como siempre, comentad o sugerir cosas cuanto queráis, en serio que no os de corte, que me alegra ver vuestros comentarios. Espero, que os guste el cap. Y os aviso que ne los próximos las cosas se pondrán más interesantes. :)
-Mi pequeño
pajarillo, deberías salir ya. ¿Qué has decidido?-preguntó
Aptenia.
Elanor dejó de
tocar y soltó la ocarina al pie del manzano. Habían pasado ya los
dos días desde la reunión con los Sabios. Elanor le había contado
a su madre todo lo que los Sabios le dijeron, y Aptenia solo le supo
decir, que su padre antes de marcharse dijo que tenía un trabajo
entre manos, pero que no creía que tardara mucho, pero jamás
volvió.
Desde aquel
día, Elanor se había dedicado a pensar en que haría. Y había
vuelto a tocar, cosa que no pasó desapercibida para nadie.
La ocarina fue
un regalo que su padre le hizo de pequeña. Su padre la fabricó para
ella: era casi completamente redonda y de color madera. Por un lado
tenía pintado un atrapasueños, y por el otro plumas y huellas de
animales entrelazados. Olmo le enseñó a Elanor a tocar, y se
convirtió en una verdadera experta. Todos se paraban a escuchar
cuando pasaban cerca de la casa de los Lórien, porque rara era la
vez que la pequeña de la familia no estaba tocando. Aunque eso
terminó el día que Olmo desapareció.
Hasta ahora.
Ahora que empezaba a creer que su padre no las abandonó, cuando se
dio cuenta, volvía a tocar. Y en esos dos días, prácticamente solo
había hecho eso: pensar y tocar, tocar y pensar.
-Voy a ir,
mamá.-dijo Elanor mirando a su madre, que tenía lágrimas en los
ojos.- Lo siento, no quiero dejarte sola, pero necesito saber la
verdad, necesito saber que le pasó a papá.
-Lo entiendo
cariño.-dijo la madre abrazando a su pequeña.
-Te prometo que
volveré mamá.-dijo Elanor, aguantando las lágrimas- No te dejaré
sola. Volveré y no estarás sola, ¿entendido?-por toda respuesta,
su madre la abrazó aún más fuerte.
Y cuando unos
minutos después Elanor se dirigía al centro de la Ciudad, a la sala
donde los Sabios se reunían, se prometió a sí misma, que volvería.
Su madre ya había perdido a un ser querido, y no iba a perder a
otro.
-¡¡ELANOOOOR!!
Elanor se giró,
y vio a la chica Arobrea, la elegida para la misión, corriendo tras
ella. Era increible que pudiera correr con usos tacones tan altos y
esos pantalones tan apretados.
-¡Uf,
bien!-dijo la chica cuando la alcanzó- Acerté con el nombre, vaya
corte si no hubiera acertado jajaja.-Elanor la miró un poco
desconcertada.- Soy Escorpio, ¿me recuerdas, no?
-Sí, sí, por
supuesto.-dijo Elanor, ya repuesta de la sorpresa.- Es solo que me he
quedado un poco pillada al verte venir así.
-¡Ah! Lo
siento.-se disculpó Escorpio- Soy un poco demasiado efusiva,
perdóname. Bueno, vas a lo de los Sabios, ¿no?-Elanor asintió con
la cabeza- ¡Qué bien, podemos ir juntas! ¿Te importa?
-No, claro que
no-dijo Elanor sonriéndo- pero vamos, no podemos llegar tarde.
-Sí, sí,
llevas razón.-dijo Escorpio cogiéndola de la mano y tirando de
ella.
Y así llegaron
a la reunión, entre bromas y risas, como si se conocieran de
siempre.
-No pensareis
que yo también os voy a coger de la manita, ¿no?-dijo Hassio cuando
las vio llegar. El chico estaba apoyado en la pared del edificio, con
las manos en los bolsillos de los vaqueros caídos, tan
característicos de su Clan y con una gorra negra, para variar.
-Mejor, no
quiero tocar tus manos sucias.-dijo Escorpio mirándolo con mala
cara.
-Bueno, vale,
vale, que haya paz.-dijo Elanor- Es el primer día y ya estáis
peleando, andamos bien.
-Anda,
chavalas, tirad pa' dentro que el Dinkitu este no da mucha
conversación y yo me aburro.-dijo Hassio volviéndose y entrando en
el edificio.
Las chicas lo
siguieron, y una vez dentro se sentaron. Los asientos de los Sabios
estaban vacíos. Había una mesa con cuatro sillas para ellos, pero
nadie se sentó. Nantan estaba apoyado en la pared y Hassio fue a
hablar con él. Escorpio se sentó en la mesa, y Elanor en el suelo,
con las piernas cruzadas.
Cuando los
Sabios entraron un poco después, todos se sentaron, en señal de
respeto.
-Buenos días,
pequeños.-dijo la Sabia Zaisere con una sonrisa.- Me alegra ver que
todos habéis venido, aunque aún tengamos que escuchar vuestras
decisiones.
-Sí estáis
preparados, por favor, decidnos si aceptáis o no la misión.-dijo la
Sabia Dinkitu con tono bastante serio.
-Escorio, si
eres tan amable...-dio paso el Sabio Arobrea a su elegida.
-Bueno, yo creo
que en cierto modo es responsabilidad de todos, y me gusta la
aventura, así qué, por supuesto.-dijo la chica con aire alegre.
-Yo voy.-dijo
secamente Nantan.- Al fin y al cabo, tenemos que hacerlo.
-Bueno, si la
niñita pija va yo soy capaz de hacerlo mejor. Y alguien tendrá que
protegeros a todos, ¿no?-dijo Hassio reclinándose en la silla con
una sonrisa de chulería. Cuando los Sabios no miraban, Escorpio le
hizo un gesto muy poco apropiado para una 'niñita pija'.
-¿Y tú,
Elanor, qué has decidido?-preguntó la Sabia Muluk con timidez.
-Bueno
pues...-Elanor cogió aire y suspiró- Iré. Traeré el Amuleto de
vuelta. Y averiguaré lo que pasó. Por el bien de todos.
-Bien
chicos-dijo el Sabio Arobrea, que tenía fama de ser de hielo,
sonriendo completamente- Id a vuestras casas y prepararos, puesto que
deberíais salir lo más pronto posible. Os aviso que el camino será
duro, pero qué en condiciones normales no deberíais tardar más de
una semana o 10 días. Os esperamos en la puerta de la Ciudad mañana
al amanecer.
Y dicho esto,
cada uno volvió a su casa, a despedirse de sus familias y a preparar
mil cosas que necesitarían, porque antes de lo que a todos les
gustaría, llegaría el amanecer y tendrían que dejar la Ciudad,
quién sabe durante cuanto tiempo.
Elanor se
despertó mucho antes del amanecer, pero al contrario que cada vez
que se había desvelado aquella noche, no intentó volver a
dormirse, sino que se levantó y preparó para el viaje.
Se puso
aquellos pantalones anchos tan cómodos que usaba en sus excursiones
al bosque con Cornamenta y una camiseta del mismo color que el
cervatillo. Guardó otras dos camisetas en su bolsa, junto con el
resto de cosas que ya tenía allí guardadas:
Cantimploras
con agua, mantas finas para la noche, comida que aguantaría varios
días, un cuchillo, por si acaso (aunque en las costumbres de su Clan
no estaba lo de matar nada, de eso se encargaban otros, su misión
era cuidar, no matar), cerillas... Y como no, su ocarina.
Antes de salir
de su habitación, se lleno las manos de pulseras y los tobillos de
tobilleras. Y mientras iba hacia las pinturas, a cada paso
tintineaban como cascabeles. Cogió las pinturas y frente al espejo,
dejó que sus dedos dibujaran marcas por rostro y sus brazos.
Los Zaisere
tenían como costumbre pintarse marcas en la piel, como las pinturas
guerreras las tribus que salían en los libros de Historia, pero no
marcas guerreras. Marcas que simbolizaban los elementos, el
equilibrio, los seres vivos. Todas y cada una de las cosas en que se
basaban sus creencias.. Y cada marca, como cada persona, eran únicas,
pero todos los miembros del Clan sabrían decir que simbolizaba cada
dibujo.
Elanor guardó
un saquito de pinturas en la bolsa, y salió de su habitación.
Encontró a su
madre en la cocina, esperándola. Soltó la bolsa en la puerta y fue
a abrazarla. La echaría muchísimo de menos.
Desayunaron las
dos juntas, aunque ninguna comió apenas, y el silencio lo inundó
todo. Cuando ambas escucharon despertar a los primeros pájaros,
supieron que había llegado el momento de despedirse.
-Te echaré
mucho de menos, mamá.-dijo Elanor abrazando de nuevo a su madre.- Te
prometo que volveré, ¿vale?
-Lo sé,
cariño, lo sé.-dijo su madre cogiéndola por los hombros y
separándola.- Estoy orgullosa de ti, y sé que tu padre también lo
está. Que la naturaleza te ponga el camino fácil, mi pequeño
pajarillo.-dijo con la típica despedida Zaisere y lágrimas en los
ojos.- Y que la música te guía.-terminó con una frase que solía
decir Olmo.
-Gracias
mamá.-dijo Elanor emocionada.- ¿Podrías hacerme un favor? Si ves
un cervatillo cerca de la Ciudad... Se llama Cornamenta, si podrías
darle algo de comer y cuidarlo...
-Ya lo sé,
pajarillo, la Sabio me lo dijo.
-Gracias mamá,
Por todo.
Y tras un
último abrazo, Elanor se puso los zapatos, cogió la bolsa, y salió
de casa para encontrarse con los demás.
Prácticamente
llegaron a las puertas de la Ciudad los cuatro a la vez. Los Sabios
les estaban esperando.
-¿Que muñecas,
listas para un paseito por el bosque?¿O tenéis miedo? No os
preocupéis, que aquí está Hassio para protegeros.-dijo el chico
colocando un brazo encima de los hombros de cada chica.
-¿Y quién nos
salvará de ti?-dijo Escorpio retirándole el brazo.
-No os
preocupéis, lo mantendré un poco a ralla.-dijo Nantan siguiéndoles
la broma.
-Cuidado
Hassio, si Escorpio es capaz de correr con esos tacones, no me
extrañaría que pegara patadas con ellos.-dijo Elanor riendo.
-¡¡No me han
dejado traer tacones!!-lloriqueó Escorpio- El Sabio vino y me vació
casi toda mi maleta, apenas me han dejado traer ropa...
Todos
comenzaron a reírse, incluso los Sabios.
-Muy bien,
chicos, es hora de partir.-dijeron los Sabios a la vez.
-Aquí tenéis
mapas del bosque, aunque no podemos aseguraros que sean muy preciso,
pero al menos están señalados los ríos y lagos que sabemos con
certeza que están. Mucha suerte, pequeños.-les deseó la Sabia
Zaisere.
-Que las
estrellas os guíen.-les dijo el Sabio Arobrea.
-Y que tengáis
suerte en vuestro viaje.-comentó la sabía Muluk.
-Todos os
nombraremos en nuestras plegarias.-concluyó la Sabia Dinkitu.
Y tras algunos
consejos más, y abrazos y muchos deseos de suerte, los cuatro
jóvenes cruzaron las puertas de la Ciudad y se internaron el el
bosque, dispuestos a averiguar sus secretos, adentrándose en una
aventura que no podían ni imaginar, perdiéndose en el amanecer.
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