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jueves, 10 de octubre de 2013

Capítulo 3

Hola lectores :D Aquí os traigo el capítulo 3, como un regalito para este fin de semana. Me parece que ya vais haciéndoos una idea de como son los personajes, pero aún os queda bastante por descubrir, os aviso. Ni siquiera ellos se imaginan lo que les  espera en el bosque. *risa malvada*
Bueno, basta de suspense, basta de ser mala y comeros el coco.
Como siempre, comentad o sugerir cosas cuanto queráis, en serio que no os de corte, que me alegra ver vuestros comentarios. Espero, que os guste el cap. Y os aviso que ne los próximos las cosas se pondrán más interesantes. :)





-Mi pequeño pajarillo, deberías salir ya. ¿Qué has decidido?-preguntó Aptenia.
Elanor dejó de tocar y soltó la ocarina al pie del manzano. Habían pasado ya los dos días desde la reunión con los Sabios. Elanor le había contado a su madre todo lo que los Sabios le dijeron, y Aptenia solo le supo decir, que su padre antes de marcharse dijo que tenía un trabajo entre manos, pero que no creía que tardara mucho, pero jamás volvió.
Desde aquel día, Elanor se había dedicado a pensar en que haría. Y había vuelto a tocar, cosa que no pasó desapercibida para nadie.
La ocarina fue un regalo que su padre le hizo de pequeña. Su padre la fabricó para ella: era casi completamente redonda y de color madera. Por un lado tenía pintado un atrapasueños, y por el otro plumas y huellas de animales entrelazados. Olmo le enseñó a Elanor a tocar, y se convirtió en una verdadera experta. Todos se paraban a escuchar cuando pasaban cerca de la casa de los Lórien, porque rara era la vez que la pequeña de la familia no estaba tocando. Aunque eso terminó el día que Olmo desapareció.

Hasta ahora. Ahora que empezaba a creer que su padre no las abandonó, cuando se dio cuenta, volvía a tocar. Y en esos dos días, prácticamente solo había hecho eso: pensar y tocar, tocar y pensar.
-Voy a ir, mamá.-dijo Elanor mirando a su madre, que tenía lágrimas en los ojos.- Lo siento, no quiero dejarte sola, pero necesito saber la verdad, necesito saber que le pasó a papá.
-Lo entiendo cariño.-dijo la madre abrazando a su pequeña.
-Te prometo que volveré mamá.-dijo Elanor, aguantando las lágrimas- No te dejaré sola. Volveré y no estarás sola, ¿entendido?-por toda respuesta, su madre la abrazó aún más fuerte.
Y cuando unos minutos después Elanor se dirigía al centro de la Ciudad, a la sala donde los Sabios se reunían, se prometió a sí misma, que volvería. Su madre ya había perdido a un ser querido, y no iba a perder a otro.

-¡¡ELANOOOOR!!
Elanor se giró, y vio a la chica Arobrea, la elegida para la misión, corriendo tras ella. Era increible que pudiera correr con usos tacones tan altos y esos pantalones tan apretados.
-¡Uf, bien!-dijo la chica cuando la alcanzó- Acerté con el nombre, vaya corte si no hubiera acertado jajaja.-Elanor la miró un poco desconcertada.- Soy Escorpio, ¿me recuerdas, no?
-Sí, sí, por supuesto.-dijo Elanor, ya repuesta de la sorpresa.- Es solo que me he quedado un poco pillada al verte venir así.
-¡Ah! Lo siento.-se disculpó Escorpio- Soy un poco demasiado efusiva, perdóname. Bueno, vas a lo de los Sabios, ¿no?-Elanor asintió con la cabeza- ¡Qué bien, podemos ir juntas! ¿Te importa?
-No, claro que no-dijo Elanor sonriéndo- pero vamos, no podemos llegar tarde.
-Sí, sí, llevas razón.-dijo Escorpio cogiéndola de la mano y tirando de ella.
Y así llegaron a la reunión, entre bromas y risas, como si se conocieran de siempre.

-No pensareis que yo también os voy a coger de la manita, ¿no?-dijo Hassio cuando las vio llegar. El chico estaba apoyado en la pared del edificio, con las manos en los bolsillos de los vaqueros caídos, tan característicos de su Clan y con una gorra negra, para variar.
-Mejor, no quiero tocar tus manos sucias.-dijo Escorpio mirándolo con mala cara.
-Bueno, vale, vale, que haya paz.-dijo Elanor- Es el primer día y ya estáis peleando, andamos bien.
-Anda, chavalas, tirad pa' dentro que el Dinkitu este no da mucha conversación y yo me aburro.-dijo Hassio volviéndose y entrando en el edificio.
Las chicas lo siguieron, y una vez dentro se sentaron. Los asientos de los Sabios estaban vacíos. Había una mesa con cuatro sillas para ellos, pero nadie se sentó. Nantan estaba apoyado en la pared y Hassio fue a hablar con él. Escorpio se sentó en la mesa, y Elanor en el suelo, con las piernas cruzadas.

Cuando los Sabios entraron un poco después, todos se sentaron, en señal de respeto.
-Buenos días, pequeños.-dijo la Sabia Zaisere con una sonrisa.- Me alegra ver que todos habéis venido, aunque aún tengamos que escuchar vuestras decisiones.
-Sí estáis preparados, por favor, decidnos si aceptáis o no la misión.-dijo la Sabia Dinkitu con tono bastante serio.
-Escorio, si eres tan amable...-dio paso el Sabio Arobrea a su elegida.
-Bueno, yo creo que en cierto modo es responsabilidad de todos, y me gusta la aventura, así qué, por supuesto.-dijo la chica con aire alegre.
-Yo voy.-dijo secamente Nantan.- Al fin y al cabo, tenemos que hacerlo.
-Bueno, si la niñita pija va yo soy capaz de hacerlo mejor. Y alguien tendrá que protegeros a todos, ¿no?-dijo Hassio reclinándose en la silla con una sonrisa de chulería. Cuando los Sabios no miraban, Escorpio le hizo un gesto muy poco apropiado para una 'niñita pija'.
-¿Y tú, Elanor, qué has decidido?-preguntó la Sabia Muluk con timidez.
-Bueno pues...-Elanor cogió aire y suspiró- Iré. Traeré el Amuleto de vuelta. Y averiguaré lo que pasó. Por el bien de todos.

-Bien chicos-dijo el Sabio Arobrea, que tenía fama de ser de hielo, sonriendo completamente- Id a vuestras casas y prepararos, puesto que deberíais salir lo más pronto posible. Os aviso que el camino será duro, pero qué en condiciones normales no deberíais tardar más de una semana o 10 días. Os esperamos en la puerta de la Ciudad mañana al amanecer.

Y dicho esto, cada uno volvió a su casa, a despedirse de sus familias y a preparar mil cosas que necesitarían, porque antes de lo que a todos les gustaría, llegaría el amanecer y tendrían que dejar la Ciudad, quién sabe durante cuanto tiempo.



Elanor se despertó mucho antes del amanecer, pero al contrario que cada vez que se había desvelado aquella noche, no intentó volver a dormirse, sino que se levantó y preparó para el viaje.
Se puso aquellos pantalones anchos tan cómodos que usaba en sus excursiones al bosque con Cornamenta y una camiseta del mismo color que el cervatillo. Guardó otras dos camisetas en su bolsa, junto con el resto de cosas que ya tenía allí guardadas:
Cantimploras con agua, mantas finas para la noche, comida que aguantaría varios días, un cuchillo, por si acaso (aunque en las costumbres de su Clan no estaba lo de matar nada, de eso se encargaban otros, su misión era cuidar, no matar), cerillas... Y como no, su ocarina.

Antes de salir de su habitación, se lleno las manos de pulseras y los tobillos de tobilleras. Y mientras iba hacia las pinturas, a cada paso tintineaban como cascabeles. Cogió las pinturas y frente al espejo, dejó que sus dedos dibujaran marcas por rostro y sus brazos.
Los Zaisere tenían como costumbre pintarse marcas en la piel, como las pinturas guerreras las tribus que salían en los libros de Historia, pero no marcas guerreras. Marcas que simbolizaban los elementos, el equilibrio, los seres vivos. Todas y cada una de las cosas en que se basaban sus creencias.. Y cada marca, como cada persona, eran únicas, pero todos los miembros del Clan sabrían decir que simbolizaba cada dibujo.
Elanor guardó un saquito de pinturas en la bolsa, y salió de su habitación.

Encontró a su madre en la cocina, esperándola. Soltó la bolsa en la puerta y fue a abrazarla. La echaría muchísimo de menos.

Desayunaron las dos juntas, aunque ninguna comió apenas, y el silencio lo inundó todo. Cuando ambas escucharon despertar a los primeros pájaros, supieron que había llegado el momento de despedirse.
-Te echaré mucho de menos, mamá.-dijo Elanor abrazando de nuevo a su madre.- Te prometo que volveré, ¿vale?
-Lo sé, cariño, lo sé.-dijo su madre cogiéndola por los hombros y separándola.- Estoy orgullosa de ti, y sé que tu padre también lo está. Que la naturaleza te ponga el camino fácil, mi pequeño pajarillo.-dijo con la típica despedida Zaisere y lágrimas en los ojos.- Y que la música te guía.-terminó con una frase que solía decir Olmo.
-Gracias mamá.-dijo Elanor emocionada.- ¿Podrías hacerme un favor? Si ves un cervatillo cerca de la Ciudad... Se llama Cornamenta, si podrías darle algo de comer y cuidarlo...
-Ya lo sé, pajarillo, la Sabio me lo dijo.
-Gracias mamá, Por todo.
Y tras un último abrazo, Elanor se puso los zapatos, cogió la bolsa, y salió de casa para encontrarse con los demás.


Prácticamente llegaron a las puertas de la Ciudad los cuatro a la vez. Los Sabios les estaban esperando.
-¿Que muñecas, listas para un paseito por el bosque?¿O tenéis miedo? No os preocupéis, que aquí está Hassio para protegeros.-dijo el chico colocando un brazo encima de los hombros de cada chica.
-¿Y quién nos salvará de ti?-dijo Escorpio retirándole el brazo.
-No os preocupéis, lo mantendré un poco a ralla.-dijo Nantan siguiéndoles la broma.
-Cuidado Hassio, si Escorpio es capaz de correr con esos tacones, no me extrañaría que pegara patadas con ellos.-dijo Elanor riendo.
-¡¡No me han dejado traer tacones!!-lloriqueó Escorpio- El Sabio vino y me vació casi toda mi maleta, apenas me han dejado traer ropa...
Todos comenzaron a reírse, incluso los Sabios.

-Muy bien, chicos, es hora de partir.-dijeron los Sabios a la vez.
-Aquí tenéis mapas del bosque, aunque no podemos aseguraros que sean muy preciso, pero al menos están señalados los ríos y lagos que sabemos con certeza que están. Mucha suerte, pequeños.-les deseó la Sabia Zaisere.
-Que las estrellas os guíen.-les dijo el Sabio Arobrea.
-Y que tengáis suerte en vuestro viaje.-comentó la sabía Muluk.
-Todos os nombraremos en nuestras plegarias.-concluyó la Sabia Dinkitu.

Y tras algunos consejos más, y abrazos y muchos deseos de suerte, los cuatro jóvenes cruzaron las puertas de la Ciudad y se internaron el el bosque, dispuestos a averiguar sus secretos, adentrándose en una aventura que no podían ni imaginar, perdiéndose en el amanecer.

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