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martes, 24 de diciembre de 2013

Capítulo 4

Aquí os dejo el capítulo 4, y en un rato os dejaré en las pestañas de arriba fotos y un poco de descripción de cada uno de nuestros personajes. Espero que os guste :3


El primer día, todo fueron bromas y risas, piques y alegría.
El segundo, el tercero, todo era más o menos igual.
Hasta que empezó a escasear la comida que llevaban con ellos. Hasta que los arroyos que el mapa marcaba, no estaban tal y donde decía el mapa. Hasta que las cosas empezaron a complicarse, y sus ánimos menguaban, como menguaba la luz del sol entre las hojas de los árboles.

-Paremos un ratito, me duelen los pies.-se quejó Escorpio mientras se sentaba en una roca.
-Venga, Escorpio, un rato más, hasta que se haga de noche.-dijo Elanor sonriéndole.
-No vale, joooo, ya casi es de noche, y estoy muuuy cansada.
-Quizás podríamos parar y acampar ya...-dijo Nantan.- Al fin y al cabo, todos necesitamos descansar.
-Hey, peña, no le iréis a echar cuenta a la niña chica esa, ¿no?
-Me duelen los pies, niñato, pero aún soy capaz de pagar patadas, ¿quieres probar una?-dijo la aludida con cara de mala leche levantándose de golpe.
-Que se haga la paz.-dijo Elanor poniéndose entre medio- Anda, preparemos el campamento, se hace de noche. Y tengo una idea para subiros los ánimos.-concluyó con una sonrisa de oreja a oreja.

Y entre todos, como cada noche, prepararon su mini-campamento: preparaban un círculo de piedras y prendían dentro el fuego, para tenerlo bien controlado, buscaban frutos comestibles por los alrededores, preparaban las mantas y sacos de dormir y buscaban algún refugio natural (cosa que rara vez encontraban). Y esta noche, harían algo nuevo.

Estaban todos sentados alrededor del fuego, con algunos frutos y algo de la comida que les quedaba (que era poca), acurrucados entre mantas.
-Bueno, tú, ¿y cuál era esa idea pa' subirnos el animo?-dijo Hassio, completamente tumbado mientras asaba trocitos de fruta pinchados en un palo y comía su último paquete de patatas fritas.
-He pensado que podríamos contar historias.-todos se la quedaron mirando- Ya sabéis, historias que nos hayan pasado: anécdotas graciosas, el por qué de tatuajes o historias familiares... Algo.
-¡¡Es una idea genialosa!!-gritó la Arobrea.- ¿Puedo empezar? Oh por favor decidme que puedo empezar...
-Empieza, Escorpio, te escuchamos.-dijo Nantan reprimiendo una sonrisa.

-Bueno pues... Os cuento todo desde el principio, ¿no? Pues sí, ea, desde el principio.-dijo Escorpio más a sí misma que a los demás.
>>Mis padres llevaban ya bastante tiempo casados cuando decidieron tener un hijo. Pero mi madre no se quedaba embarazada. Mi madre estaba desesperada, desde pequeña su sueño había sido ser madre y perdía la esperanza de que eso sucediera día a día...
Los Arobrea creemos en las constelaciones. Creemos que cada estrella fue el alma de alguien, mientras más brillante, más pura, inocente y buena. Mi madre no era muy de rezar y de creer; sin embargo, llegó a rezar, comenzó a creer y a hablarle a las estrellas.
Y se enteró que estaba embarazada, una noche mientras rezaba a Escorpio, y para mayor casualidad, cuando nací, Escorpio reinaba en el cielo, siendo así mi horóscopo.
Mis padres pensaron que eran señales más que suficientes, y a pesar de que Escorpio es un nombre que se les suele poner más a los niños, me llamaron así.

-Ya decía yo que tu nombre lo había escucha'o en algún tío.-dijo Hassio mientras rebuscada en el paquete de patatas.- ¿Quién cuenta la siguiente historia? Darse prisa que me duermo.
-Cuenta tu algo, si tanta prisa tienes, Sr. Chulito.-le dijo Escorpio.
-Ea, pos me toca.-dijo Hassio con total desparpajo- Os cuento esto, pero sin que nadie se ponga sentimentaloide ni tonterías de esas, ¿entendi'o?
>>Bueno pos... No sé si os habréis fija'o en el collar este que llevo, el de la mano esta rara. Mi abuela la llamaba “mano de Fátima”. Decía que en tiempos remotos, se creía que alejaba la mala suerte y que había un montón de leyendas que hablaban sobre ella, pero que con el tiempo todas se olvidaron. Pero mi abuela era de las que siempre se creía todas esas leyendas raras que andan por ahí. Ella se empezó en que yo llevara siempre la mano esa, porque decía que así me protegería de todos los males y como desde chico he si'o bastante revoltoso, pues así se quedaba más tranquila. Yo nunca me creí to'as esas tonterías, pero resultó que un día íbamos mi panda de amigos y yo, y nos metimos en un lío bastante gordo, y fui el que mejor para'o salió. En verda' en verda' no paso na' grave, pero fue un buen susto. Y desde entonces pos no me quito el collar este, porque desde algún la'o me protege algo, o la mano esta, o mi abuela.

-Y luego dice que no es sentimental...-dijo Escorpio medio dormida entre bostezos.
-Es una bonita historia, Hassio.-dijo Elanor, mirando al chico dinkitu de una nueva manera. Quizás no era solo el chico con pinta de vándalo que mostraba, quizás tenía un corazoncito en algún lado.
-Te toca, Elanor,-dijo Nantan restregándose un ojo- antes de que todos nos durmamos como Escorpio.
-¡No estoy dormida!-dijo Escorpio mientras habría un ojo.
-Aún-respondí yo riéndome- Bueno, dejadme pensar... Ya sé. Os voy a contar una historia de mi padre. Yo tendría... no más de 7 años, sí, unos 7.
>>Aquel día estaba en el bosque, con mi padre, en unas de nuestras excursiones en busca de animales que ver, cuando vi un pájaro, puede que un pequeño petirrojo, no lo recuerdo. Mi padre silbó, como solo él sabía hacerlo, tan idéntico a los pájaros... Bueno, la cosa es que el pajarillo bajo, estiré la mano y se agarró fuertemente a mis dedos. Claro que eso es normal, porque cada vez que algo roza la pata de un pájaro, este la cierra, pero entonces, sin saber eso, me sentí súper feliz. Mi padre volvió a silbar, y el pequeño pajarillo comenzó a cantar junto a mi padre, como si fueran dos músicos ensayando. “¿No silbas, Elanor?”, me preguntó mi padre, y me pasé todo el camino de vuelta intentando silbar, pero sin conseguirlo. Desde ese día, no paré de intentar silbar, pero no hubo manera, hasta que mi padre volvió un día con la ocarina. La había tallado él, con sus propias manos, y me enseñó a tocar, para que pudiera silbar como los pájaros.

-¿Nos tocas algo?-dijo Escorpio con voz soñolienta.
Y Elanor comenzó a tocar, primero notas suaves, como cantos de pájaros, pero poco a poco la melodía se fue complicando, mientras Escorpio se iba quedando dormida, y Hassio seguía el mismo camino.

-Bonito hechizo,-dijo Nantan medio sonriendo- la música amansa a las fieras, ¿no?
-Eso parece, ¿están los dos dormidos?-Nantan asintió con la cabeza- Pues aún así no te libraras de contar tú una historia.
-Ya creía yo que me libraba... Bueno, voy para allá para no hablar muy fuerte y que te enteres, sería una lástima despertarlos y que volvieran a discutir.

Nantan se levantó, y con cuidado, fue a sentarse al lado de la joven zaisere.
-¿De qué quieres la historia?-susurró sentado al lado de ella.
-¿Qué historias tienes, señor cuentacuentos?
-Muchas, de miedo, de amor, normales, de magia... Ya te dije que era una caja de sorpresas.-dijo sonriendo.
-Cuéntame algo curioso, alguna leyenda, vamos a ver que tienes.
-Encantado.-dijo con la mirada perdida.-Veamos... Esta te puede gustar... Es una leyenda que solía contarme mi tía, es una zaisere, ¿sabes? La única de la familia que no es una dinkitu, siempre se siente un poco fuera de lugar en las cenas familiares... Pero todos la queremos mucho. He crecido escuchando esta leyenda de su boca:
>>Hace miles de años, antes de que los clanes se unieran para crear la Ciudad, cada uno vivía separado, en el bosque. Pero eran grupos relativamente jóvenes y había uno más antiguo de lo que nadie era capaz de recordar. Mi tía solía llamarles la Raza Perdida. Eran aún más hábiles leyendo el cielo que los Arobrea, más diestros con los metales que los Muluk, más fuertes que los Dinkitu, y con una conexión con la naturaleza más fuerte que los Zaisere. De hecho, ellos les enseñaron a los cuatro clanes su sabiduría, pero cada clan eligió solo un trozo, haciendo así necesario que todos convivieran juntos. El día que los cuatro clanes decidieron unirse en una sola comunidad, aquella Raza Perdida rechazó formar parte. Nadie sabe por qué, nadie sabe su historia. Pero ellos saben la historia de todos. Porque cuando las personas comenzaron a crear los clanes, ya estaban allí; cuando cada clan se dio nombre y características, ya estaban allí; cuando se creó la Ciudad y el Amuleto, ya estaban allí. Y si es cierto lo que mi tía contaba... Aún siguen allí, en algún lugar del bosque.

-Si eso fuera cierto... ¿Nos ayudarían?¿Nos darían las respuestas que necesitamos?¿Nos guiarían hacia el Amuleto?-le preguntó Elanor completamente asombrada.
-No lo se... ¿Nunca habías escuchado esa historia?
-La verdad es que no... Los zaisere contamos muchas historias, pero nunca había escuchado esta.
-Deberíamos dormir ya, mañana nos espera un día duro, con o sin la ayuda de la Raza Perdida...-dijo Nantan mientras bostezaba.
-Llevas razón Nantan.-dijo Elanor mientras se tumbaba entre las mantas.
-Rara es la vez que no llevo razón, pequeña zaisere, ve aprendiéndolo.-dijo el dinkitu con una sonrisa enigmática.
-Eres una caja de sorpresas...-contestó Elanor medio dormida ya.

Y mientras se quedaban dormidos, algo se movió entre los árboles, justo donde la luz del fuego se apagaba y no se veía más que oscuridad.
Y cuando los cuatro ya estaban dormidos, una mujer se acercó, en el más completo silencio, y apagó la hoguera, y se fue, dejando tras de sí nada más que el humo de la hoguera.


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