“La sangre es la esencia de la vida”.
Que equivocado estaba él que dijo
esto. Podría saber de biología, de física, de química, de
razón... Pero no entendía de sentimientos, ni del corazón. Si
nuestra vida viniera de la sangre seríamos todos iguales, pero no lo
somos. No, la sangre no nos hace como somos y por eso no es nuestro
núcleo.
Nuestros sentimientos sí. ¿Qué
seríamos sin sentimientos? Seríamos libros en blanco, cajas vacías,
canciones calladas, libertad encerrada... No seríamos nada.
Somos diferentes porque sentimos
diferentes, porque vivimos vidas diferentes, porque en el fondo,
nuestra esencia cambia. Y la sangre es igual.
La sangre condiciona el cuerpo. Pero,
¿y la mente?, ¿y el alma? Piénsalo un segundo y dime: ¿cuál es
tu verdadera esencia?
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