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miércoles, 21 de enero de 2015

Violeta

Podría decir que su pelo era una cascada de agua pura que se retuerce por los riscos de una alta montaña. Pero eso sería mentir.
Podría contaros que su mirada te traspasaba y que sus ojos marrones te llevaban al cielo. Pero no debo mentir.
Podría deciros que eran tan dulce como la miel y tan bella como una rosa. Pero eso no le haría justicia.
Podría deciros mil cosas bellas pero no acertaría ni siquiera a acercarme a como es ella, porque la belleza normal es estática, pero la suya no. La suya era salvaje, impulsiva, rápida y peligrosa. En continuo movimiento, Como ella.
Intentaré explicar con palabras algo que ni los ojos llegan a comprender.
Su pelo caía salvaje en rizos, como la hiedra de los bosques vírgenes. Su mirada te reflejaba de tal manera que en sus ojos veías tus pensamientos y sus ojos solo te hubieran recogído tras haberte tirado al suelo. Podía ser tan amarga como la hiel y era más espinas que rosa. De hecho, su color, su flor, no era el rosa.
Pero no solo era así. Era perfecta, y quién la vio está de acuerdo.
Y tenía tantos matices como su nombre: Violeta.

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